Desde hace más de dos décadas tengo responsabilidades empresariales y desde hace más de una labores de dirección en el movimiento empresarial, incluso estando en mesas paritarias en distintos convenios colectivos.
Las negociaciones en los convenios colectivos han sido muy interesantes ya que se trata de lograr consensos por el bien de todos y no siempre ese trabajo es entendido, valorado o agradecido por la parte sindical, incluso ni por la parte empresarial; muchos por ignorancia, otros por desconocimiento incluso algunos por soberbia. Siempre he tratado de tener voluntad de lograr acuerdos y tratar de limar las diferencias para alcanzar unos mínimos que sean beneficiosos para todos.
Con los distintos aumentos del salario mínimo que se han sucedido en estos años en nuestro país, ha sucedido una cosa muy curiosa ya que la mayoría de las tablas salariales de los diferentes convenios colectivos firmados se han achatado, se han unificado los importes de las distintas categorías salariales.
Una cosa es la bronca política y los mensajes electorales populistas para la obtención de votos y otra muy distinta la realidad de las cuentas públicas de nuestro país y la necesidad de hacer reformas importantes para poder mantener el estado de bienestar que todos hemos contribuido a crear, mantener y desarrollar y del que somos todos responsables con nuestras acciones. No se pueden comprometer las cuentas para las próximas generaciones por promesas electorales que luego no se pueden cumplir, pero parece que todo vale últimamente en el circo político mediático en el que se ha convertido nuestra democracia.
Si todas las categorías de las tablas salariales se igualan por el efecto del aumento del SMI se logra un efecto contrario y al final se desincentiva la cualificación y la formación en los puestos y se diluyen las responsabilidades.
Pagándose un salario mínimo por la presencia y asistencia al puesto de trabajo sin mayor responsabilidad, o se incentiva una igualdad salarial con una remuneración basada en otros criterios que no sean los de la valía, la responsabilidad en el puesto de trabajo y la cualificación técnica o la formación o estamos rompiendo los criterios del consenso.
No es lo mismo el trabajo que desarrolla un ayudante de dependiente, un recolector, un operario básico o un camarero, puestos de trabajo en los que no es necesaria cualificación técnica, ni titulación oficial reconocida y que se tiene acceso al puesto de trabajo sin necesidad de formación y con unos mínimos conocimientos de las labores a desarrollar. Sin ánimo de menospreciar ni ofender ya que todos los puestos de trabajo son dignos y necesarios pero estos no crean riquezas ni valor añadido a nuestro país.
Si la formación y el estudio no se valoran y no reciben una contraprestación adecuada al sacrificio y la dedicación en años o si los jóvenes con títulos universitarios, grados medios o formación profesional no son valorados se está coartando su futuro y se premia la mediocridad.
Necesitamos poder establecer unos criterios justos, equitativos y de reconocimientos del sacrificio para valorar no solo la presencia en el puesto de trabajo sino también la aportación del conocimiento que estos trabajadores cualificados hacen y deben ser incluso valorados por la sociedad ya que crean valor añadió a nuestras empresas y a nuestro país y no se va fuera esa fuga de conocimiento formado.
Sería entonces muy adecuado crear un salario mínimo de profesionales cualificados y capacitados y desincentivar la mediocridad de los no cualificados y poco capacitados para lograr que nuestro país pueda salir del vagón de cola en el que está circulando en la actualidad.
Antonio Luis González Núñez
Presidente de Fedeco Canarias