Estos días se ha cumplido un año de la declaración
del Estado de Alarma y el consecuente confinamiento domiciliario en nuestro
país, derivado de los efectos de la pandemia del coronavirus; mucho ha cambiado la fisonomía en las ciudades
a nivel empresarial y comercial ya no sólo de nuestro país sino del planeta.
La emergencia sanitaria en primera instancia se
convirtió en una crisis económica mundial sin precedentes que ha afectado a
prácticamente todos los sectores de una manera u otra con consecuencias
imprevisibles y devastadoras en nuestra sociedad y en el tejido comercial y empresarial,
destruyendo empleo y riqueza en cientos de miles de empresas en nuestro país y
fuera de él.
Supongo que ya se han hecho muchos análisis
económicos, sanitarios, empresariales, médicos o científicos para determinar
los motivos, efectos, carencias y posibles soluciones pero, la realidad es que muchos
sectores estratégicos han caído y será muy difícil su recuperación. El turismo
y las actividades complementarias, el transporte, la automoción, así como la
hostelería han sido, entre otros, los sectores más perjudicados a nivel mundial
pero todos han sentido los duros efectos, comercio, industria, agricultura, construcción,
etc.
Los ERTES han sido una herramienta que ha servido de
colchón para evitar la dureza del golpe por la caída de actividad y la falta de
demanda generalizada y así amortiguar los efectos de la crisis, aun así, esas
medidas deben tener una continuidad y seguridad jurídica ya que prorrogándolas
cada varios meses no es la manera más adecuada de afrontar una crisis económica
y sanitaria mundial que, hasta el momento que se consiga la inmunidad de rebaño
global, no remontará el vuelo.
Si la hostería o el comercio fueran el verdadero
problema supongo que tendrían las mayores tasas de contagios, pero el sector
empresarial se ha sabido adaptar para dar una respuesta seria y protegerse ante
la Covid-19 cumpliendo ya no sólo con las medidas sanitarias impuestas sino con
protocolos de limpieza, desinfección, aforos y ventilación. Sino que han tenido
que sufrir hasta el acoso de las administraciones mientras algunos insensibles,
inconscientes e insolidarios continúan organizando fiestas ilegales e incontroladas,
disparándose los brotes y perjudicando al resto de la sociedad o se saltan los
toques de queda.
Muchos han sido los cierres del sector de la
hostelería que se produjeron en 2020. Según los datos oficiales 1 de cada 5
establecimientos ha cerrado y la situación actual de incertidumbre ante las
posibles nuevas olas supondrá mayores restricciones que impidan trabajar además
de la eficiencia y evolución de la vacunación, el panorama futuro tras este año
de pandemia, también resulta muy complicado subsistir.
En el turismo la situación de las actividades
complementarias no es muy diferente ya que la recuperación dependerá de las
posibilidades de viajar y disfrutar de las vacaciones en el resto de destinos
para tener libre circulación por los efectos de la inmunización.
La actividad empresarial ha sido muy castigada con
importantes sacrificios, caídas y descensos. El PIB así lo demuestra en los
pasados trimestres y ha significado importantes pérdidas para todos los
sectores.
El comercio ha resultado también muy castigado sufriendo
una importante presión, física, real y mediática para adaptarse a los nuevos
protocolos, que en muchos casos son incompatibles con poder prestar servicios
de calidad y atención al cliente.
La tardanza en la concesión y tramitación de las
ayudas específicas al sector, la excesiva burocracia y los retrasos en la
vacunación que haga que ya no sólo la clientela nacional, sino la internacional
recupere la confianza, son factores que no hacen que se presente un escenario nada
halagüeño. Cualquier variación positiva en los datos conllevará que los sectores
puedan tener ingresos superiores y las previsiones de caídas se mitiguen en lo
posible y recuperen oxígeno para subsistir.
Después del verano será cuando podamos hacer
valoraciones serias en función de la evolución, pero factores negativos como la
falta de liquidez, el pago de alquileres y las obligaciones fiscales cuando se
ha estado cerrado el negocio, la terminación de los ERTES, incluso los cambios
de hábitos de muchos consumidores que tele trabajan y ya no consumen, así como
las fórmulas de servicio a domicilio hacen que la situación pidiendo créditos
para endeudarse más no sea el escenario más propicio para la recuperación.
No podemos dejar de ponderar el esfuerzo realizado
por el Gobierno canario y Estatal estableciendo ayudas directas al sector, que
en la mayoría de los casos supone por un lado no poder tramitarse ante la
incapacidad de gestión de los pequeños empresarios y por otro el simple hecho
de que esas ayudas servirán simplemente para devolver ese capital a la
administración en forma de pago de impuestos y tasas. Los beneficiaros reales
serán los grandes tenedores de locales de alquiler y las empresas de servicios
como la de suministro eléctrico.
Todo este escenario de un año de convivencia con la
Covid-19, hace que los sectores hayan tenido que unirse para luchar por sus
derechos y defenderse juntos de la pandemia. Esperemos que esa unión
fructifique, y se alcancen reivindicaciones favorables, no solo en ayudas, sino
en mejoras en las condiciones del sector para beneficio de todos, empresarios,
trabajadores y clientes.
Lo que está por llegar no será nada fácil pero
llegados a este punto ya es más lógico aprovechar la poca inercia que pueda
quedar y seguir nadando los que no han dejado de luchar antes de abandonar. Los
que han abandonado ya sea por cierre, disolución o traspaso no deben perder la
fe y tengan por seguro que entre todos saldremos de esta y volveremos a ser la
sociedad que nunca debimos dejar de ser.
Toda crisis conlleva siempre oportunidades y el sector debe de aprovecharlas utilizando la formación, el ingenio y la creatividad para reinventarse, aprovechar las nuevas tecnologías aplicadas al comercio, así como los servicios de entrega a domicilio o recogida en tienda entre otras para replantear el sector, modernizarlo y actualizarlo a la nueva realidad que nos deja el Covid-19.
Antonio Luis González Núñez
Presidente de Fedeco Canarias