A mis manos ha llegado recientemente un artículo del “The Washington Post” sobre Rusia que me ha hecho navegar por los siempre intrínsecos mundos de internet para buscar más datos y conseguir algún tipo de información económica veraz y obtener así alguna pista sobre qué está ocurriendo con las consecuencias de los efectos de la invasión a Ucrania, más allá de las restricciones, bloqueos o prohibiciones de la UE y el resto del mundo hacia Rusia.
El detonante de ese interés repentino fue que me ha llamado la atención cuando de pronto el ejercito de mercenarios del Grupo Wagner contratados por Rusia se vuelve contra el Kremlin y luego sea todo un gran mal entendido, cambiando a su responsable de país y exiliándose en Bielorrusia.
Otro factor es que el discurso oficial del estado ya no actúa con la misma contundencia inicial sobre los que opinan diferente y la propaganda de guerra dista muchísimo de lo que se entendería como una gran potencia mundial y armamentística victoriosa. En un ejercicio de demostración de poder en la invasión de Ucrania que se dilata en el tiempo y se empieza más a parecer al ridículo de Estados Unidos en Vietnam a mediados de los setenta.
El deterioro que se observa en la propia economía rusa desde el comienzo de la invasión sobre Ucrania en febrero de 2022 es muy importante. Desempeñaba un papel de contrapeso ante Estados Unidos y era en torno a la décima economía mundial pero en estos meses ya no es ni la sombra, y el resto de actores internacionales no le van a poner el camino fácil para retornar a ese lugar.
Una moneda muy debilitada, unos intercambios comerciales con grandísimas dificultades y en retroceso, una balanza comercial positiva que se ha reducido en más de un 90%. Un alto gasto militar injustificado que se dilata en exceso en el tiempo. Un bloqueo eficaz de activos y capitales a nivel mundial que pone en jaque los rendimientos y beneficios de las inversiones y elites rusas. Una fuga de capitales, inversiones e inversores constante. Una demanda interna que ha caído por la incertidumbre y una salida masiva de personas con la consiguiente fuga de cerebros.
En estos momentos y a falta de un análisis más profundo, parece la antesala de la caída de un imperio. Ya sucedió en el pasado con la desintegración de la URSS y pese a los delirios de Putin de querer repetir un imperio ruso en poco más de dos décadas, todo parece indicar que ese poder centralista puede desembocar en acontecimientos extremos irreversibles muy importantes que cambiaran el mapa geopolítico del mundo.
La posible desmembración y ruptura de Rusia, a priori, no tendría por qué ser un acontecimiento negativo para el resto del mundo, salvo a los ciudadanos rusos que estén implicados y cuál sea su capacidad de adaptación pacífica o no. Teniendo en cuenta la historia reciente rusa y sus cambios tras la caída del telón de acero.
En la actualidad, el papel de China es fundamental para apuntalar la economía rusa ya que le interesa un socio comercial y aliado, ya no se trata de poder geopolítico y estratégico, sino incluso de su mercado comercial potencial.
La moneda rusa tras la guerra se ha depreciado en más de un 35% frente al dólar ya que se ha cambiado divisas por otras opciones por parte de los ciudadanos debido a la incertidumbre económica del país.
Según datos del propio Banco Central ruso publicados recientemente, la balanza comercial ha pasado de 76.000 millones de superávit a tan solo 5.500 millones tras los efectos de los bloqueos y sanciones comerciales por la guerra suponiendo un desplome de más del 90%. El beneficio de sus exportaciones no sostiene la economía y los efectos de las sanciones impiden las importaciones.
Esta situación, es de suponer, se debe agravar con una subida de la inflación por la escasez de productos básicos que han incrementado sus precios y están lastrando su economía.
Otro factor de esta ecuación es la publicación por parte del Ministerio ruso de finanzas este pasado mes de junio que la recaudación por los impuestos del gas natural y el petróleo disminuyeron más de un 35% y los beneficios de esos productos y sus derivados habrían caído más de un 30%. De exportar a la UE el 40% del gas natural y un 25% del petróleo que esta necesitaba se han esfumado estas exportaciones casi por completo. China e India han sustituido a la UE pero no llegan a esas cifras y han tenido que vender con grandes descuentos sus productos para conseguir recursos.
Ejemplos de los importantes cambios sufridos por la economía rusa son la venta de coches que habría pasado de las 100.000 unidades mensuales a menos de 25.000 vehículos al mes, ya no sólo por las subidas de precios, sino por la escasa oferta o la desconfianza de los consumidores. Los ejemplos de incrementos de precios, falta de oferta suficiente y escases de materias primas, o productos básicos empiezan a ser constantes.
Con el espacio aéreo del país cerrado con el exterior por el bloqueo, la caída de visitantes y turistas se ha desmoronado con la consiguiente pérdida de ingresos turísticos, y a nivel interior las principales zonas turísticas están en el sur del país y cerca de las zonas de conflicto y solo se llega por carretera o transitando por zonas ocupadas, lo que pone en serio riesgo las familias que deciden ir de vacaciones a esos destinos.
Pese a las leyes y prohibiciones por la guerra, casi todos los que han podido salir y han tenido la posibilidad de abandonar el país, han hecho las maletas y han dejado atrás su país. La frustrada rebelión de los mercenarios ha conmocionado Rusia y aumentan poco a poco las voces discrepantes, se ha tensionado todo el sistema económico, político y social, poco a poco se está recalentado la sociedad según se enfría su economía, volviéndose en el futuro cada vez más difícil la convivencia.
El potencial económico del país hace que tenga todavía autonomía para seguir avanzando y transitando por la senda de la guerra, los bloqueos y las prohibiciones con el pesado lastre de los efectos económicos, políticos y sociales derivados de la guerra, pero con este escenario se está dando el caldo de cultivo para que se puedan producir movilizaciones y movimientos que hagan que se puedan precipitar las cosas con que salte una chispa.
Así las cosas se plantean muchas interrogantes que no tienen fácil ni pronta solución. ¿Cuánto más durará la invasión militar?, ¿aceptará Rusia una solución negociada con reparto de tierras, siendo el claro perdedor?, ¿cuánto podrá resistir su economía las tensiones del mercado y los bloqueos?, ¿se salvará Putin o tendrá que abandonar el país ante una posible rebelión interior?, ¿tendrá China intereses en mantener el sistema o preferirá asaltar el mercado ruso llegado el momento?, ¿está el capitalismo frotándose las manos para lograr beneficios con la invasión cultural, económica y social de los países del este?, ¿es real la amenaza de posible 3ª Guerra Mundial, expuesta por algunos expertos?, etc…
Son tantas las incógnitas que se tienen que despejar y se pone tan interesante el panorama geopolítico de los próximos meses que no nos lo podemos perder. Será un momento tan importante e histórico como lo fue la caída del muro de Berlín aquel 9 de noviembre de 1989 a finales de la década de los ochenta del siglo pasado.
Antonio Luis González Núñez
Presidente de Fedeco Canarias