Nadie es ajeno a que en algún momento de su vida se pueda sentir ofendido con razón, sin embargo el problema se plantea cuando hay personas que sistemáticamente se sienten ofendidos por todo y por todos, el mundo contra ellos. Es muy difícil tratar con personas de ese talante, se generan fricciones, roces y la convivencia termina siendo muy difícil; se produce un sufrimiento innecesario para los unos y los otros por esa excesiva susceptibilidad que hace que cualquier comentario se convierta en la chispa perfecta para la confrontación.
Siguiendo con este argumento, ¿cuántas veces se han tropezado con gente que mira o curiosea tus publicaciones en redes sociales o en artículos de opinión y no se manifiesta y resultan inertes? Sin embargo, son “gentes” que practican el noble deporte nacional de la observación crítica, eso sí, ni pestañea en tu presencia pero en tu ausencia descuelga cuadros con la lengua en tu honor para la deshonra.
Se trata de gente que su deporte favorito es criticar y que rezuma envidia por los poros, utilizando esa fuerza para destruir e ir en contra de todo en vez de para crear o sumar. Personas que te juzgan sin conocerte y que de manera gratuita te cuelgan el San Benito porque piensan que no eres de los suyos. Otra especie endémica son los que utilizan el fino arte de ignorarte como forma de manifestarse ante las sensaciones que les evocas al tú estar en su presencia.
Gente que se siente aludida con tus comentarios y que los toman como destinados a ellos por sistema. Pero claro, lo que no saben es que no tienen el honor de ser los destinatarios de tus palabras, será por envidia o porque tienen un ego demasiado elevado para poder discernir que no tienen el honor de ser objetivo tuyo y se sienten frustrados por ello y pasas a ser su diana.
Tus opiniones les resultan molestas, tus aportaciones y el trabajo les incomoda pero no decaigas porque tus palabras y hechos son la demostración del conocimiento y la formación adquirida con el bagaje de la vida y las horas de estudio y experiencia, ellos se sienten amenazados por el solo hecho de no tener esas capacidades, esa formación y ese conocimiento.
Este mal endémico de nuestra humanidad y donde existan personas es aplicable a cualquier parcela y ámbito de actuación, ya sea en el campo empresarial, comercial, institucional, profesional o personal. Cuánto nos queda todavía por evolucionar como sociedad para poder mitigar los efectos que se derivan de esta epidemia de ofendiditos.
Esta sociedad está llena de personas maravillosas, haciendo cosas maravillosas, que sienten que están solos en este universo porque no sienten el calor de sentirse arropados en el día a día pero de eso a tomar el mal hábito de ofenderse por todo va un trecho.
El mundo ni conspira, ni se confabula para atacarles, ni tampoco son tan importantes como para que alguien pierda el tiempo en tomar en consideración sus complejos y deficiencias en esta sociedad. Nadie es tan importante como para ser el centro del universo y no debe caer en el error de entender que lo que sucede es una conspiración en su contra. Debe trabajarse su ego para no caer en la ridícula creencia de ser esencial e imprescindible.
Todos somos importantes pero también prescindibles y llegamos a este mundo desnudos y sin nada, cuando nos toca abandonarlo, todo se queda aquí, nuestras posesiones y riquezas no nos acompañan y despojados de todo partimos. Deberíamos ser más humildes y no dejar que los egos nos embriaguen y nos hagan ver las cosas de distinta manera, teniendo una perspectiva equivocada y muy distorsionada de la realidad absoluta.
Tu vida no cambiara por ningún comentario, la gente opinará bien o mal de ti pero nada te cambiará. Ríete siempre de ti mismo y no te tomes las cosas tan en serio. Debemos aprender a ser impermeables a las actitudes o comentarios de los demás. Ofenderse por todo es estar en conflicto permanente con uno mismo por temas sin importancia que nos distraen del objetivo de la felicidad.
Las razones para sentirse ofendido por todo serian varias pero son el pan nuestro de cada día, sentirnos ofendidos, poco valorados, despreciados, inferiores. Pero en muchos casos es más percepción propia que real.
Cuando esa percepción no es real este tipo de situaciones resultan intolerables y se produce la reacción adversa. Sentirse ofendido puede ser debido a diversas causas.
Desde el sentimiento de inferioridad, cuando no hay una personalidad y ego bien asentado y la autoestima es baja, sentirse ofendido es el mecanismo de defensa y protección.
El Egocentrismo. Cuando el YO es el centro y le damos excesiva importancia nos volvemos paranoicos y creemos que todo gira a nuestro alrededor, cuando esto falla nos ofendemos.
El Pensamiento rígido. Cuando nuestros principios son férreos y no cumplen con esos parámetros las acciones de los demás, sienten que se hacen las cosas mal y se ofenden.
Hasta en protocolo se eluden temas de conversación en la mesa y no se habla de religión, política y sexo. Evitando así posibles ofensas y herir susceptibilidades.
Debemos ser críticos con nosotros mismos y estar dispuestos a detectar posibles comportamientos y malos hábitos, que podamos ver, sentir o transmitir para poder corregirlos. Pero nunca debemos de dejar de trabajarnos cada día, haciendo lo que nos gusta y tratando de hacer un mundo mejor y una sociedad más positiva.
Y todos aquellos que se sientan ofendidos por ello, ya saben que pueden afiliarse a ese gran “Club Social” que se ha puesto tan de moda en estos últimos tiempos en el que no se cobra cuota por que sería imposible valorar y cuantificar monetariamente la cuantía de todas las ofensas que reciben los miembros del “Club de los ofendiditos”.
Antonio Luis González Núñez
Presidente del Fedeco Canarias