Nunca segundas partes fueron buenas, y más cuando el magnate al que hoy nos referimos lleva en su mochila capítulos judiciales, episodios lúgubres, tramas, intrigas y sombras de dudas sobre su integridad. Sin embargo, todo ha valido para lograr el objetivo de regresar a la presidencia del país.
No está tan claro que esta victoria sea por méritos propios o por deméritos ajenos, pues el desencanto de los votantes con la administración Biden parece haber impulsado un giro radical en el electorado.
En lo referente al contexto político y social, el regreso de Donald Trump sugiere una polarización aún más profunda en el panorama político estadounidense. Tras una administración Biden que intentó restablecer el diálogo y la cooperación internacional, la vuelta de Trump supone un giro radical. Este cambio puede consolidar el rechazo a ciertas políticas, reflejando una sociedad dividida entre quienes buscan preservar el orden tradicional y quienes desean un cambio hacia valores distintos.
Internamente, la indiscutible victoria de Trump refuerza su control sobre el Partido Republicano, alienando a sectores moderados y, eventualmente, fragmentándolo en dos facciones: una leal a su figura y otra que busque alternativas menos polarizadoras. Este conflicto interno podría debilitar al partido en futuras elecciones o, por el contrario, consolidarlo como una fuerza monolítica con una agenda más radical, marcada por su influencia.
Desde una perspectiva empresarial, el enfoque del presidente electo traerá nuevas reformas fiscales, como la reducción de impuestos corporativos y desregulaciones en sectores clave como la energía y las finanzas. Estos cambios beneficiarían a las grandes corporaciones y a sectores tradicionales, especialmente los relacionados con combustibles fósiles, mientras que otras industrias, como las de tecnología verde, podrían enfrentarse a una reducción del apoyo gubernamental.
Sin embargo, las políticas proteccionistas y la retórica anti-globalización de Trump pueden desestabilizar los mercados internacionales. Las empresas multinacionales que dependen de cadenas de suministro globales podrían verse afectadas por nuevas tarifas o restricciones comerciales, especialmente en sectores como la tecnología y la automoción. Esto podría desencadenar un periodo de incertidumbre en el comercio global, con empresas adaptándose a un mercado más fragmentado y proteccionista.
El sector tecnológico podría enfrentarse a un panorama confuso bajo la administración estadounidense. Por un lado, su postura contra las regulaciones podría favorecer a las grandes empresas tecnológicas en cuanto a la innovación y el desarrollo de productos sin tantas restricciones. Sin embargo, la hostilidad hacia China y la posibilidad de aranceles, sanciones y restricciones comerciales en tecnología avanzada (como semiconductores y redes 5G) podrían ralentizar el flujo de innovación global.
Trump también ha expresado escepticismo hacia la inteligencia artificial y otras tecnologías emergentes, lo cual podría frenar la inversión en sectores de vanguardia. Esto crearía una oportunidad para que otras potencias tecnológicas, como la Unión Europea y China, ganen terreno en áreas estratégicas de la economía digital y la inteligencia artificial, donde el liderazgo estadounidense aún es fuerte pero vulnerable a políticas de aislamiento.
Para las empresas estadounidenses y multinacionales, la clave será adaptarse rápidamente a un entorno regulatorio y comercial inestable. La capacidad de anticiparse a posibles sanciones o tarifas nuevas y aranceles, así como de encontrar mercados alternativos y diversificar sus cadenas de suministro, será crucial. Las compañías necesitarán prever cambios en las políticas y adaptar sus modelos de negocio en consecuencia.
Asimismo, empresas tecnológicas que operan en plataformas digitales y dependen de la privacidad y la protección de datos podrían enfrentar un desafío en cuanto a las posibles regulaciones de contenido y censura. La era Trump podría endurecer las normativas de moderación de contenido, afectando a las redes sociales y a los medios de comunicación.
En conclusión, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca es una señal de que el descontento político de los ciudadanos de EE.UU. hace que oscile de manera radical su percepción ideológica, con un impacto directo en los negocios, las relaciones internacionales y el equilibrio de poder global. Su enfoque nacionalista y proteccionista promete transformar nuevamente el panorama global, obligando a gobiernos y empresas a adaptarse a un entorno más incierto y desafiante.
Para los actores globales, esta victoria es tanto una amenaza como una oportunidad: una amenaza por las posibles barreras comerciales y la fragmentación del mercado global, y una oportunidad para que otros países asuman un papel de liderazgo en áreas estratégicas como la sostenibilidad, la tecnología y la innovación. En última instancia, el impacto de este regreso dependerá de cómo los distintos actores internacionales se adapten y respondan a un mundo polarizado, crispado y en constante cambio.
Antonio Luis González Núñez
Presidente de Fedeco Canarias